domingo, 14 de marzo de 2010

Hasta que el cigarro se consuma

En mi trabajo hay un rincón para fumar con sofás y vistas a la ciudad, normalmente siempre hay gente, pero incluso cuando no es así me voy a las escaleras de emergencia y apoyo la espalda contra la pared, entonces enciendo el cigarro, doy la primera calada y soy consciente de la música, a veces no pasa nada y otras, suena Amaral.



Sonrío y pienso en ti. Intento imaginar qué estarás haciendo tú al otro lado y si alguna vez se cruzarán nuestros pensamientos sin que seamos conscientes...

Si estuviésemos en una serie la cámara habría atrapado justo el momento en el que esbozo la sonrisa y se habría ido a Madrid para grabarte a ti... ¿haciendo qué? Puestos a imaginar en positivo, quizá frente al ordenador viendo alguna de mis múltiples huellas en Internet y quizá, también sonriendo. Como es lógico, la canción seguiría sonando mientras aparece un primer plano tuyo y de la pantalla... la gente que lo estuviera viendo no necesitaría más, porque ya sabría que significaba todo incluso sin que nosotras mismas lo sepamos.

Ese es el poder que tiene la “ficción” frente a la realidad, la omnipresencia de un “ojo” que todo lo ve, como Gran Hermano, pero los “personajes” sólo saben de sí mismos, de sus sentimientos, ilusiones y esperanzas... no saben lo que sucede más allá de lo que alcanza su vista y sólo les queda, como a mí, imaginar y sonreír, al menos, hasta que el cigarro se consuma.

1 comentario:

Fernanda Hoffman dijo...

Te leo Elenilla, no fumo, pero pude imaginar perfectamente la escena..

Muy lindo!

Besotes