lunes, 23 de marzo de 2009

Las servidoras de las musas. Roles y estereotipos de las mujeres homosexuales en Chueca (I)

Introducción

La escasez de datos certeros en torno a la figura de Safo ha levantado a lo largo de la historia toda clase de especulaciones, sólo podemos situarla entre el año 650 y el 580 a.C. en la isla griega de Lesbos (a excepción de un breve exilio a Sicilia), donde parece ser que las familias mejor posicionadas enviaban a sus hijas con edad casadera para que aprendiesen las tareas de toda buena “señorita”, en concreto, el lugar elegido era la “Morada de las servidoras de las musas”, nombre con el que la poetisa llamaba a su casa.

Allí aprendían literatura, a cantar y bailar, incluso hay quien dice que también mantenían sus primeras relaciones sexuales entre ellas, como preparación al matrimonio, en un sentido educativo, al igual que en Atenas los hombres se iniciaban en estas lindes unos con otros.

Lo cierto, es que sólo se conservan algunos fragmentos de su obra, de los cuales se han encontrado versos en los que su autora profesaba el amor hacia las mujeres, pero también a los hombres, puesto que cuenta la leyenda que fue precisamente por enamorarse de uno de ellos (Faón), y no ser correspondida, por lo que perdió la vida arrojándose desde lo alto de una roca (www.historiadegrecia.eu, 2009).

De lo que no cabe duda es que supone el origen etimológico de los términos “lesbiana” y “safista” con los que se denominan en la actualidad a aquellas mujeres atraídas por personas de su mismo sexo.

No pretendo hacer un repaso a la historia de la homosexualidad femenina, puesto que para ello ya existen numerosos libros y estudios, aunque sí es mi intención darle un sentido a lo que vamos a tratar en estas páginas, y para hacerlo, será necesario recurrir a algunas referencias históricas que contribuyan a acercarnos a los roles y estereotipos de todas estas mujeres, a las que procuraré dirigirme en el menor número de ocasiones posibles sólo como lesbianas, ya que si algo he aprendido a lo largo de estos años, es que tratándose de sentimientos y sexualidad, lo único claro es que la diversidad es la norma.

Mujeres que únicamente se han enamorado y han sido pareja de otras mujeres; mujeres que habiendo estado con hombres se enamoraron de una mujer y no volvieron a sentir nada por un hombre; quienes sólo han tenido sexo con mujeres pero para una relación estable prefieren a los hombres o al revés; aquellas a las que le es indiferente el físico porque dicen enamorarse de “la persona”; incluso otras que durante su juventud, o a más avanzada edad, probaron a acostarse con alguna amiga o conocida para descartar la posibilidad de una cierta tendencia gay y no desean repetir la experiencia, o sí; también al contrario, mujeres autodefinidas como lesbianas que sintieron la curiosidad de tener sexo con un hombre… Todas ellas entran en este contexto, porque todas ellas entran dentro, de una forma u otra, de la homosexualidad entre mujeres, contribuyendo, en menor o mayor medida, a la consideración e imagen que el resto de la sociedad tiene de ellas.

Tampoco me gustaría entrar en un debate sobre lo que se considera ser o no homosexual, sobre si la lesbiana nace o se hace, pero sí dejar claro que existe una diferencia entre estar con alguien por una atracción física y profunda o interior (lo que se conoce comúnmente como enamoramiento), o bien por simple deseo carnal o pasar una noche “agradable” (luego dependerá de otros muchos factores la satisfacción de estos propósitos). Así pues, no se puede confundir, por poner un ejemplo, bisexualidad con vicio, por otro lado, uno de los grandes estereotipos prefijados, ni se puede decir, como recoge Olga Viñuales (2006, p.53), que existe la lesbiana ideal o “auténtica”, porque no existe una única manera de experimentar el hecho homosexual.

Quedémonos, aun así, con la definición de Herrero Brasas (cit. en Viñuales, 2006, p.43) que a mi entender me parece acertada y que también considera la anterior autora en su tesis doctoral: “Homosexual es la persona que siente una preferencia afectiva y atracción sexual claramente definidas por individuos de su mismo sexo, aunque no tenga habitualmente, o no haya tenido nunca, relaciones sexuales con personas de su mismo sexo, o incluso aunque tenga relaciones sexuales con personas del sexo contrario de modo ocasional, habitual o exclusivo”

Bibliografía

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