viernes, 30 de abril de 2010

Noche de Insomnio

No podía dormir. Me giré. Nos separaba medio metro, pero parecían cientos de kilómetros. Te miré durante unos minutos y sentí tu respirar acompasado, casi como si estuviese dentro de tu pecho. Me pregunté qué había salido mal y quise meterme entre tus sábanas y acariciarte como esa noche cuyo recuerdo parecía tan sólo un sueño lejano. Ahora ya era demasiado tarde.

Me incorporé y salí de la habitación sin hacer ruido. La madera crujía bajo mis pies descalzos. La puerta chirrió a mi espalda. La dejé entreabierta y me senté en el banco del porche. La luna iluminaba las copas de los árboles, que se movían al compás de una suave brisa de verano, era pleno agosto y sólo se escuchaba el sonido del romper de las olas bajo la colina.



Crucé las piernas y me encendí un cigarro. En el pequeño fulgor de una calada vi tu silueta aproximándose:

- Me he despertado y no estabas - me susurraste despacio para no interrumpir el sueño a las demás.
- No podía dormir – te contesté

Cogiste el tabaco y me preguntaste con la mirada si podías. Sonreí y afirmé con la cabeza. Te sentaste a mi lado y apoyaste tu mano en mi pierna mientras un escalofrío subía de mi espalda a la nuca. Volvimos a mirarnos. No hacía falta decir nada más.

Comenzaste a temblar de forma casi imperceptible, salvo porque me he acostumbrado a ciertos de tus movimientos como si fuesen míos. Cogí la manta que estaba en el respaldo y me incliné para ponerla sobre tus hombros. Me quedé apenas unos segundos con mis manos en tus brazos y te acercaste hacia mí, me rozaste los labios con los tuyos y abriste suavemente la boca. Sentí tu lengua por primera, y posiblemente última vez, buscando la mía, muy despacio, como si cualquier brusquedad pudiese hacer que amaneciese de golpe y despertarnos.

Te separaste apenas unos milímetros y me clavaste tus ojos en los míos para arremeter con más fuerza, como si una vez traspasada la barrera ya no importase nada. El mundo se nos podía caer encima porque en ese momento no existía nadie más en el universo salvo tú y yo. Hasta la luna nos hizo un favor y se escondió detrás de una nube para dejarnos asolas.

Sentada sobre mí y sin despegarnos, la humedad de nuestras lenguas fundidas fue bajando hasta la entrepierna. Mis manos se acoplaron en tu culo y te pegaste a mí como si nuestros sexos pudiesen traspasar la ropa e incluso mutar de género en cuestión de minutos. Quería sentirme dentro de ti. Tus caderas comenzaron a moverse con el mismo ritmo acompasado de tu respiración hacía sólo unos instantes a medida que los dedos exploraban, descubrían nuevos rincones donde acariciar, donde arañar.

La manta cayó al suelo y al poco le siguió tu camiseta. Me debatía entre seguir lamiéndote los labios o descender hasta tus pezones erectos, que me llamaban y jugueteaban con la yema de mis dedos. Opté por esto último mientras mi mano derecha buscaba un nuevo horizonte bajo la goma de tu pantalón y tu ropa interior y la izquierda se aferraba a tu espalda. Un breve jadeo más alto que los que le precedían salió de tu garganta en el momento que me introduje en ti y el pulgar se quedaba en tu clítoris. Un dedo fue a parar a tus labios para silenciarte y tú empezaste a lamerlo... Te cogí de la nuca y volví a comerte la boca sin dejar de tocarte. Estabas mojada y yo sólo deseaba nadar en ti, convertirme en ola y chocar contra tu cuerpo una y otra vez, que la noche no terminase nunca, cambiar el sonido de los pájaros por el de tu respirar acelerado.

2 comentarios:

Fernanda Hoffman dijo...

Veo que cumpliste años, porque decia 27 y ahora dice 28 jaja y si sos de tauro debe haber sido en estos dias asique Feliz Cumpleee!!

Una noche de insomnio realmente para el recuerdo ja!

Besotesss

Lyds* dijo...

Lo amé.

El escrito, el encuentro. Todo.

Saludos.