jueves, 24 de enero de 2008

Diario de una lesbiana III

Leer primero Diario de una lesbiana II.

Estaba haciendo balance del año y no entendía por qué no había vuelto a saber de mí, durante sus vacaciones pasó de largo por mi pueblo y esperaba encontrar mis letras a su vuelta, no fue así.

Yo, que en fondo me siento culpable por mi perrería, llamé al 1003 (tampoco existían los pelochos) y le dije a la telefonista (años más tarde terminaría ocupando un puesto parecido) que había perdido el teléfono de una amiga que conocí en el campamento y que necesitaba localizarla, le di la dirección y ella me ofreció amablemente el fijo de su casa (luego mis investigaciones sobre mujeres también se especializarían, pero esta es otra historia).

Llamé como cuatro veces y no la localizaba, siempre contestaba su madre, si hubiese sabido lo que me depararía esta mujer más tarde habría sido más precavida, hasta que desde una cabina enfrente del ambulatorio escuché su voz y se me ocurrió la frase más ridícula del mundo:

- Hola
- Hola, ¿sabes quién soy?

Hablamos poquito, ella con ese acento andaluz que todavía persigo en sueños y yo, con mi vocecilla de niña chica que sigue sin cambiar con el paso del tiempo. Le pedí disculpas por mi pereza y prometí que tendría noticias mías, lo que fueron tres folios contándole parte de mi vida y que ahora son cenizas en algún lugar de una playa malagueña.

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