martes, 29 de enero de 2008

Diario de una lesbiana IV

Leer primera y segunda parte.

Nos llamábamos una vez por semana y en el buzón siempre había carta con un “no sé si me enamoraré de ti” constante por ambas partes, que en realidad eran más ganas que otra cosa. A los pocos días ella había dejado a su novio y yo había encontrado a alguien con quien ser yo misma, con quien compartir desde mis primeros intentos por filosofar y encontrarle sentido a mi existencia hasta mis dudas sobre salir o no porque tenía cinco duros para hacer botellón (los euros vendrían más tarde)

Sentimientos que no podíamos esconder y que empezaron a traducirse en canciones: “Tu letra podré acariciar” de Alejandro Sanz por mi parte y “Aunque tú no lo sepas” de Enrique Urquijo por la suya (como podéis comprobar tenía mejor gusto musical que yo).

Me mandó una fotografía en la que salía de perfil con una falda azul y acompañada de una descripción porque consideraba que se le veía más bajita y más ancha y a mí, que nunca se me ha dado demasiado bien definirme, tuvo que ayudarme mi compañera (amiguita guachi peich desde los cero años) de instituto (ni insti ni tuto, esas modernidades las descubrí después leyendo revistas para mi actual trabajo), con una frase célebre que se quedaría para los restos de las coñas añoradas: “tengo los labios más bien gruesos”, lo siento, no encontré una mejor forma de decir que no era Angelina Jolie pero que tampoco había que mirarme dos veces la boca para vérmela.



La distancia sirve para idealizar, para imaginar a tu persona ideal a cientos de kilómetros y hacer tus ajustes neuronales, a interpretar lo que lees o escuchas y quedarte siempre con la mejor parte, eso es lo que hacía yo cuando me hablaba de Cristina (este nombre me volvería a acompañar en un futuro), la chica por la que una de sus respuestas tardó más en llegar y con la que empezó a salir cuando en mi cabeza ya tenía hecha una auténtica composición de futuro a su lado.

No hay comentarios: