viernes, 8 de febrero de 2008

Querer, ser querida y... esperar

Cuando despiertas al maravilloso mundo de las hormonas a flor de piel, las feromonas y la química, para las románticas “cuando se enciende el alma”, siempre eres tú la que sientes, la que decides si te gusta o no te gusta y empiezas a marcar las pautas de tu futuro sentimental.

Tuve relaciones con chicos que terminaron a los dos meses porque no me decían nada, ni mariposillas, ni ilusión, ni ganas, ni morbo… simplemente dudas y babas (he de reconocer que a lo largo de mi vida he encontrado pocos que besen bien en comparación con las mujeres, mis experiencias con ellos han sido más tipo centrifugadora), venían los que decían quererte con locura y pocas veces cedías, quizá alguna vez por ver qué tal… era la época de experimentar.

Luego comienza el pseudo masoquismo, la teoría casi siempre comprobada de que nos pillamos de quien pasa de nosotras, algo que descubrí a la primera de cambio con el sexo femenino, aunque sé que entre los heterosexuales también pasa, es condición humana.

Pero no importaba porque estabas llena de energía, de ganas de luchar por el “amor de tu vida”, pese a que en ocasiones tu voluntad y tu cariño fuesen pisoteados, te levantabas y volvías a tropezar con lo mismo, que no siempre con la misma, y sin darte cuenta tu corazón o lo que fuese se iba llenando de cicatrices invisibles que en un futuro cercano empezarían a doler, como un esguince mal curado cuando va a cambiar el tiempo.

Pasan los años y un día te paras a pensar si merece la pena sufrir tanto por alguien a quien aparentemente no le importas, recuerdas todas aquellas que querían poner el mundo a tus pies pero a las que ignoraste por querer sentir algo más, llegar a lo más profundo y te das cuenta de que es ahora cuando necesitas que alguien luche por ti… quizá demasiado tarde.

Valoras los te quiero y los desplantes que hiciste porque en el momento en el que tú los hacías no te dabas cuenta de que lo mismo estabas sintiendo tú y dejando alguna marca, pequeña o grande, en la existencia de alguien, que más tarde también le dolería… en ese momento en el que los planetas se alinean y todas esperan que llames a su puerta porque están cansadas de pasarlo mal… pero nadie llama.

Y ya nada es lo mismo porque aprendiste por el camino que lo que tú creías para siempre puede tener un final, porque los planes de futuro no son garantías, que el amor eterno es el último y que luchar, soñar y enamorarse de cosas imposibles termina agotando… por eso, para aquellas que están así es el momento de volver a los 16 años y no tener miedo ni perder la ilusión, ¿no mereció la pena sentir tanto y vivirlo con los cinco sentidos a flor de piel? y para las que siguen buscando el amor después de la tormenta que simplemente echen un vistazo a su alrededor y traten a las demás como les gustaría haber sido tratadas, aunque la respuesta que vayan a dar sea un no.

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