jueves, 7 de febrero de 2008

Diario de una lesbiana V

Leer primera, segunda y tercera parte.

También fue el año de Nothing Hill, cuando yo acababa de deshacerme de los posters de Brad Pitt y llenado mi cuarto con los de Julia Roberts, a la que abandonaría después de escucharla hablar durante una ceremonia de los Oscar y de que apareciese Angelina Jolie en mi vida, el año en el que se fue a Londres una temporada y recibí varias postales y una foto de una puerta azul, los días de “Esperaré” de Presuntos Implicados (hay veces en las se escribe mejor tu historia con música).

Cuando yo todavía tenía esperanza y decidí ser su amiga porque no podía ser otra cosa (que irónico es todo… ya entenderéis por qué) y esperé pacientemente a su regreso, una vuelta con un mensaje en el que se sentía morir, su relación no había funcionado.

Días con sms de ánimo, con chistes malísimos en los que buscaba sacarle una sonrisa y palabras de “amor” escondidas entre líneas.

El 29 de abril cumplía mi mayoría de edad, cuando los fines de semana eran para salir y emborracharse viernes sí y sábado también, no como ahora que me cuesta superar una resaca 48 horas. Acababa de salir de casa con mi mamotreto de móvil (algo así como los inalámbricos de ahora) y recibí una llamada desde una cabina con prefijo de Córdoba que puede resumirse en tres frases:

- ¿Todavía sientes algo por mí? (preguntó la voz de Rebeca al otro lado)
- Sí
- Porque yo siento que te quiero, no sé si habrás recibido ya la carta que te mandé…



Sus letras llegarían al día siguiente, pero no necesitaba más, ella misma me enviaría con posterioridad los versos de Juan Arrondo que explican el motivo de este diario e incluso puede que también de este blog, por el momento, esto es sólo el principio.

“Si un final tuviera que escribir
lo que ha sido mi mundo,
si en un final tuviera que anotar
los días más profundos,
sería de ti como compensación
de quien más escribiera
porque tú eres amor, alegría, ilusión,
sentimiento y quimera”

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