Hace unos meses a mi madre le entró la menopausia, lo que se tradujo en ansiedad, depresión, cambios de temperatura corporal, insomnio, llamadas de más de dos horas diarias… y siento la comparación, pero si me pongo a mirar atrás tú has sido como mi menstruación.
Regular la mayor parte del año, nos veíamos una vez al mes, dolorosa muchos días. A veces me sorprendías y te adelantabas o retrasabas a mis planes, en ocasiones llegabas en el momento inoportuno, pero nunca pude decidir nada en relación a nosotras, de la misma forma que tampoco pude negarme a tus deseos, a tu presencia, al control que tomabas sobre mi cuerpo y mi mente como si fuese más tuyo que mío.
Irritabilidad, sensibilidad extrema, lágrimas que no siempre eran de tristeza pero que no podía explicar hasta que fuiste desapareciendo, dos meses sin saber de ti para encontrarme de nuevo rendida a tu capricho, los primeros síntomas menopausicos que me negaba a asumir, por miedo a que desaparecieras para siempre.
Y entonces me empecé a sentir identificada con mi progenitora, sin extremos, con la experiencia aprendida, pero con las mismas sensaciones al llegar el día 31 y ver que ya no estabas.
Sigo sin saber por qué después de tanto tiempo a tu lado, con lo que conllevaba, te echo de menos, aun sabiendo que esto tenía que suceder tarde o temprano, que tenía un límite, que mi eternidad no debía ser tuya.
Regular la mayor parte del año, nos veíamos una vez al mes, dolorosa muchos días. A veces me sorprendías y te adelantabas o retrasabas a mis planes, en ocasiones llegabas en el momento inoportuno, pero nunca pude decidir nada en relación a nosotras, de la misma forma que tampoco pude negarme a tus deseos, a tu presencia, al control que tomabas sobre mi cuerpo y mi mente como si fuese más tuyo que mío.
Irritabilidad, sensibilidad extrema, lágrimas que no siempre eran de tristeza pero que no podía explicar hasta que fuiste desapareciendo, dos meses sin saber de ti para encontrarme de nuevo rendida a tu capricho, los primeros síntomas menopausicos que me negaba a asumir, por miedo a que desaparecieras para siempre.
Y entonces me empecé a sentir identificada con mi progenitora, sin extremos, con la experiencia aprendida, pero con las mismas sensaciones al llegar el día 31 y ver que ya no estabas.
Sigo sin saber por qué después de tanto tiempo a tu lado, con lo que conllevaba, te echo de menos, aun sabiendo que esto tenía que suceder tarde o temprano, que tenía un límite, que mi eternidad no debía ser tuya.
1 comentario:
Ey, pedazo cabecera que te has currao. Está chula.
Besines
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