
Llagas abiertas, marcas por cada resquicio de tu piel y tu memoria, intentando cicatrizar sin éxito. Te retuerces en el estiércol con el que abonaste las vistas de un dormitorio que ni siquiera era tuyo, mientras a mí me cortas la cabellera y las garras para poder protegerte en mi regazo.
Eres tú quien me ha hecho creer que existe la libertad aunque esté encerrada. Has hurgado en cada milímetro desparasitando mis entrañas. Te debo cada latido y por eso mismo odio a quien te roba el aliento. Quedan minutos, horas, días… puede que semanas. Apretaré la mandíbula, me acicalaré para el espectáculo, entretendré al público, seguiré las instrucciones para las que he sido entrenada tantos años… pero nunca te confíes porque saltaré sobre su yugular ante cualquier movimiento.